8 de março de 2013

Destinos al viento- capitulo siete



Capitulo Siete

La tristeza causada por la pérdida del pasado estaba justo delante de mí. ¿Habría el futuro llegado finalmente? Me había hecho responsable y llevaba una mujer al altar…
Cristina era una mujer de 25 años, sofisticada y atenta a mis necesidades. Dios, me amaba con una agobiante devoción que me llenaba de remordimientos.
Ella estaba resplandeciente en su vestido blanco, su pelo recogido… intentaba contener las lágrimas pronunciando los votos delante del altar y yo era un alma ausente.   
La besé de ojos bien cerrados, como si ella fuese infinitamente frágil y se pudiese romper en cualquier momento. En ese acto quedó implícita la certeza de que compartiría la vida con ella, para siempre. Me prohibí pensar en él, me prohibí cogerle el teléfono… en Paris había sido la última vez, quedó muy claro, al menos para mí. Pero Hugh no desistió, me llamaba muy a menudo.
Durante seis meses intenté hacerla feliz, complacerla en todo, ser el mejor marido del mundo, pero sin embargo, en la cama lloraba en silencio, en la ducha cortaba mis brazos con unas tijeras y contemplaba mi sangre salir de mi cuerpo como si con eso aliviase el veneno de su amor. Me recriminaba por lo que hacía, con ella, conmigo, con él…
Cristina estaba embarazada, había quedado embarazada en una de las pocas veces que hicimos el amor… yo lo hacía rápido, la besaba y decía que la amaba, después me dormía y ella que nunca se había acostado con otro antes, creía que era así la pasión y el deseo. Entonces cuando supo que estaba embarazada dejó de querer mantener sexo y yo lo agradecía…
Soñaba con él, que estaba en Londres, que estábamos en mi cama… soñaba con los pasos de Bobby en la madera… ansiaba volver al pasado, a cuando era feliz.
No pude evitar contestar al teléfono un día, estaba demasiado herido, demasiado débil, le echaba demasiado de menos.
-¿Hola?
-¿Richard?- al escuchar su voz las lagrimas empezaron a correr por mi rostro y de nuevo se abrió un enorme hueco en mi pecho que no me dejaba hablar, no me dejaba respirar…- ¿Richard? ¿Qué pasa?
-…te amo…- murmuré muy bajo para que ella no me escuchase en la cocina donde preparaba la cena.
-Deseo verte, hablar, tengo que verte… ¿Cuándo…?- Su voz, seguía como la recordaba, sensual, profunda… muy suya.
-No... No puedo, se acabó… se acabó.- Iba a cortar la llamada pero él se adelantó.
-¡No cuelgues! Por lo menos no cuelgues… Richard…
-Hugh…oh- Rompí en un llanto que intenté sofocar entre sollozos de angustia.- Te quiero tanto… quiero estar contigo… me equivoqué…
No sabes cuantas veces he deseado que cogieras el teléfono! Te mandaré un billete de avión, invéntate una escusa… ¿Lo harás?
-No puedo Hugh… no puedo traicionarla…
-¿Lo harás?- Su voz sonó firme. Y entonces me di cuenta que tampoco era fácil para él… él también era casado.
-Sí…
-Anótalo, día 30 Octubre, vuelo Lisboa-Milán. No tengo más detalles del vuelo pero te llamaré después, Hotel Starhotels Anderson… Y Richard, te amo.- cuando iba a contestarle me colgó el teléfono y sospeché que estaría en algún sitio que no podía hablar mucho.
- …te amo…- susurré aun sabiendo que no me escuchaba y el pitido del teléfono era la prueba asquerosa de que ya no estaba allí.
Muchas veces me pregunté cómo podía mantenerse tan frío, como lograba controlar lo que sentía y descubrí que no podía, que lloraba como yo, y enloquecía acelerando la moto a 200 km/h.
A la mañana siguiente, me sentí horrible, sin duda, gracias a los whiskys que bebí en la noche anterior. Me desperté atravesado en la cama, con la boca amarga y los miembros entorpecidos.
A través de las persianas los rayos de sol me azotaban el rostro. No me apetecía levantar y tampoco quedarme en la cama. Me preguntaba a mi mismo como podía seguir así con un profundo desinterés por la vida.
 Ahora siento que el reencuentro fue tan doloroso como el tiempo que estuvimos separados.
Me esperaba en la habitación, vestía unos pantalones vaqueros que seguían enmarcando perfectamente sus piernas aun fuertes y una camiseta azul. Cuando entré, dejé las maletas y le abracé, lloré, le empujé sobre la cama y le besé. Le besé con pasión, con ternura, le besé una y otra vez. Hugh me correspondió ávido de cariño, colocando sus manos en mi rostro, como si quisiese asegurarse de que era real.
Sus abrazos detuvieron la sangre que escurría de la herida de mi corazón. 
-No me sueltes….- susurré en su oreja con un largo suspiro. Sentí que él lloraba en silencio sobre mi pecho, sus lágrimas resbalaban por mi cuello. Le besé la frente.
-…Estás aquí… ¿La dejaste?- me miró  y en sus ojos no brillaban solo las lagrimas, pero también un poco de esperanza.
-No… le mentí.- Se que mis palabras fueron una puñalada y dejé que se levantase.
Hugh bajó la mirada y lamió los labios. Creo que su lado más egoísta estaba decepcionado, pero él siempre fue un hombre muy racional y podía entender mi situación, al igual que yo siempre había intentado comprender la suya.
-Cristina está embarazada.
-Dios… ¿Qué has hecho?
-¿Eh?- La pregunta me confundió por momentos.- ¿Cómo que qué he hecho? Hice lo que debía…- me levanté de la cama.
-¡Pero no era necesario que se quedase embarazada!
-¿Eso es lo que vine hacer aquí? ¿Discutir contigo?- me crucé de brazos. El se levantó y se acercó a mí, abrazándome.
-No… no, claro que no.- Sentí sus besos en mi cuello- Perdona… me cuesta saber todo esto, tardaré en digerirlo.
-¿Y Jo?- pregunté con un tono frío. Hablar de ella me provocaba celos.
-Se está recuperando muy bien…- el silencio creció entre nosotros hasta que Hugh suspiró y lo volvió a romper con una frase que deseé escuchar durante años:- Me va a dejar.
-¿Qué? ¿Por qué?- Fruncí el ceño. Hay muchas clases de personas en este mundo, y hay algunas que tengo dificultad en comprender. Jo era una de esas personas. -¿Por qué ahora, si nadie sabe lo nuestro y te dio una nueva oportunidad?
-Una nueva oportunidad no supuso que dejase de usar la habitación de huéspedes… sabes a que me refiero…- Las rugas de expresión de su rostro estaban mucho más marcadas pero le daban una madurez sexy.- Jo ha estado visitando un nuevo terapeuta y creo que pasa algo entre ellos.
-Tú estás loco.
-No, de verdad. No es solo la terapia, sale con él… Es horrible que tengas que enterarte de lo que pasa en tu matrimonio por los periódicos… ¿tú no lo has leído?
-No… dejé de hacerlo. No soportaba ver tu cara en las portadas sino tener que leer que estabas feliz con ella.- Yo estaba de pie, firme delante de él.
-¡No estaba feliz, sabes que eso no es verdad! Sabes que te he llamado como tres veces al día durante meses…
-¿Qué harás si te deja?- Las personas creen que hay muchos caminos y que pueden elegir libremente el suyo. Quizás sea más correcto decir que sueñan con el momento de elegirlo… - La luna esta preciosa…
Hugh se colocó detrás de mí y me abrazó, resucité. Realmente la luna estaba preciosa.
-Vivamos juntos…- me susurró al oído.
-No puedo…- Sus labios intentaron convencerme con besos, sus manos con caricias que me volvían loco. Me di la vuelta y apreté mi cuerpo contra el suyo, mayor.
-Puedes decirle que…
-¡Cállate!- pedí- ¡Oh, Dios! ¡Cállate!...- Hugh me acostó cuidadosamente sobre la cama.- Quiero olvidarme de eso por ahora…
-Traje algo.- Sentí como su erección se apretaba contra mis pantalones, palpitante, gruesa y dura mientras colocaba la mano en el bolsillo y buscaba algo. Me sentí ebrio de placer.
-Me encanta como funciona tu mente… y tu cuerpo…- Murmuré viéndole dejar un frasquito sobre la colcha. Sus manos igualmente agiles que hacía años desabrocharon mi ropa y me dejó desnudo sobre la cama.
Mientras se desnudaba cogí el frasco de oleo y le arranqué el lacre. Introduje las manos por las piernas se sus calzoncillos e empecé a masajear su masculinidad con las manos untadas de óleo. Esencias a flores exóticas intentaban ocultar el aroma a una especia que no tenía nombre pero que creí conocer desde niño.
Hugh gimió e interrumpió mis movimientos sujetando mis manos sobre mi cabeza.
-Mi turno…
Volvió a besarme el cuello y deslizó los labios hasta mi hombro, mientras excitaba mis pezones con las puntas de sus dedos. Mojó los dedos en el oleo y volvió acariciar mis pezones con ellos… gemí. Entonces sus manos bajaron por mi cuerpo, hasta mi vientre liso, encontrando la línea de vello desde mi ombligo hasta la pesada erección entre mis piernas.
Sentí el calor subir a mis mejillas, demasiado tiempo sin él… gemí alto por la agonía de placer.
Hugh detuvo su tortura y, con movimientos lentos y circulares, masajeó mi cuerpo entero. El oleo en las palmas de sus manos dejaba un rastro caliente y perfumado que me subía a la cabeza como una droga poderosa. Me entregué a una ola turbulenta de excitación.
Noté como su mano cogía ambos sexos y los masajeaba juntos, los frotaba uno en el otro…
-Oh… no así voy…- Gemí- No… aún no… aún no…
Hugh me ignoró y pasó a masturbar solo mi pene, con destreza volviéndome loco.
-Sí, hazlo para mi… ahora…- estremecí con su voz incitándome no pude controlar más mi cintura que empezó a moverse al ritmo de su mano. Entonces clavé mis uñas en sus brazos y cerré los ojos con fuerza.
-Hugh…
-Shiii- murmuró.- fue bueno… pero aun no acabó…- No me di cuenta como lo hizo pero me levantó en brazos y me llevó al baño, donde abrió el agua de la ducha.
Se certificó que el agua tenía una temperatura agradable nos metimos juntos. Me hizo reír sentir el agua caliente escurrir por mi cuerpo. Me abrazó, me besó y entonces sin soltarme me entregó la esponja y el jabón.
-¿Quieres ver cómo me ducho? –Hugh aprobó la sugestión erótica. Me soltó y se sentó al fondo de la bañera sabiendo que mi intención era torturarle.
Aparté la alcachofa hacía la pared para que no me diese el agua directamente y entonces enjaboné la esponja. Le miré a los ojos:
-¿Por dónde te gustaría que empezase?- Le vi tragar, excitado por la escena que le ofrecía.
-Por el cuello.- Contestó al fin.
Me lavé el cuello muy despacio, inclinando la cabeza hacia atrás y arqueando la espalda de modo a que mis caderas quedaban empinadas hacía delante… de nuevo excitado.
Entonces enjaboné los hombros, los brazos, las manos y la espuma formaba una deliciosa cobertura cremosa sobre mi piel morena. Después pasé la esponja por los laterales de mi cuerpo y mi vientre. En contraste con la espuma blanca mis pezones parecían mucho más rosados y tentadores.
Me di la vuelta y apreté la esponja entre mis nalgas dejando resbalar la espuma por mi raja. Le miré por encima de mi hombro y le vi lamerse los labios con esa lentitud… me hizo sonreír.
Volví a ponerme de frente y me agaché para lavarme las piernas. Sonreí pícaro y fingí que no tenía espacio. Coloqué mi píe entre sus piernas tocándole suavemente con los dedos.
Lavé el pié, rozando con mi mano en su masculinidad en una actitud de aparente inocencia. Después de lavar la pierna hasta la rodilla, pasé al muslo, siempre con movimientos lentos, deliberadamente sensuales. Hugh me miraba, esperando verme llegar al punto más deseado de mi cuerpo, pero, al llegar a la cima del muslo empecé con la otra pierna. Me enjaboné sin prisa, provocándole todo el tiempo con osadía, metiendo el pie entre sus muslos y después quitándolo con crueldad.
Me puse de espaldas y murmuré:
-Hay sitios que no llego…- informé.
Con un gemido casi desesperado, Hugh se levantó y enjabonó toda mi espalda desde la nuca a la raja de mi culo.
Me debrucé hacia delante y empiné el culo, ofreciéndome.
-Me estás dejando loco…- protestó, con su voz ronca de deseo.
-Mmm…- Sentí su pene frotarse contra mi ano. Hugh no pudo más, tiró la esponja al suelo y ajustándose mejor entre mis piernas me penetró con una embestida firme. Gemí y empecé a moverme también girando mis caderas con una sensual lentitud. Me acompañó un momento, pero después el ritmo aumentó y se tornó frenético.
Alcanzamos el clímax juntos y el placer fue largo y delirante. Después continuamos abrazados por largos momentos, mientras el fuego de la pasión se apagaba lentamente. Por fin Hugh viró la alcachofa para que el agua cayese sobre los dos eliminando la espuma.
Me pregunté si lo que había pasado había sido real. Después de tanto tiempo sin él… ¿Hugh era real?
Sí…
Mucho tiempo después, acostado sobre él, sobre su pecho desnudo mojado, yo mismo agotado, perdido como un naufrago, le  acaricié el vientre y le confesé que me odiaba. Se lo dije con una sonrisa con una especie de agradable resignación. Hugh se lo creyó.
-No importa, yo te amo.- me besó la punta de la nariz.
Los días pasaron, había sido una intimidad física y espiritual. Hicimos el amor muchas veces conversábamos en los intervalos… por las noches me acurrucaba a su lado escuchándole roncar bajito.
Y nuestro exilio de amor llego a su fin. Debíamos regresar a la dura realidad.
Después de esto llegamos a la conclusión que era inevitable, que no podíamos mantenernos alejados uno del otro. Hubo más encuentros como él de Milán, los hubo en Madrid, en Viena y en Nápoles. Después nació mi hijo.
-Deberías contárselo, acabará por descubrirlo…
-No puedo contárselo, el niño ha nacido hace 2 semanas…- protesté bajito.
-¿Cómo es?
-Se parece a ti.
-Jjajajaja me lo creería si lo hubieses parido tú… Seamos francos Richard, actuar no está dentro de tus habilidades.- escuché su suspiro. Tenía razón. Ya había intentado mantener nuestro relacionamiento en secreto una vez y terminé como un hijo de puta.
-¿Cómo están las cosas ahí?- cambié de tema.
-Unas veces mal y otras peor. He vuelto a trabajar con Stephen…
-Lo había oído, pero ¿volver a los programas cómicos de televisión no es un retroceso en tu carrera?
-¿Tú crees que mi carrera puede ir más adelante de lo que ya ha ido? – Su voz sonaba angustiada.- De momento con Stephen estoy muy bien… pero estaría mejor si estuvieses aquí.
-Hugh, estamos muy bien así.- Pensé en lo que decía. Pura hipocresía una vez más. No estábamos bien… solo estaríamos bien juntos pero, quería ver a mi hijo crecer, quería escucharle decir papa…- Cuando yo era libre tu no quisiste…
No pude! Solo te pedí un poco de paciencia.
-jajajaja, no me pediste nada, me dejaste tirado a los leones cuando el escándalo reventó.- Fui consciente del sarcasmo ácido en mi voz.
-¡No digas cosas que no son verdad! ¡No podía irme de Los Ángeles!
-Ves… yo ahora no puedo irme de aquí, ¡yo también solo te pido un poco de paciencia!- suspiré y con una terrible certeza murmuré:- Creo que conocernos ha sido el mayor error de nuestras vidas…
-A veces también pienso eso, pero después recuerdo tu sonrisa, recuerdo como es bueno despertar a tu lado y sentir tu piel contra la mía… Tus ojos hinchados tus labios rojos, tu olor a vainilla por las mañanas… te echo tanto de menos.-Tragué pero en mi garganta se formaba un nudo que casi me impedía respirar.
-¿Cómo sigue Jo?- pregunté. No podía dejar que siguiese hablando de esas cosas, era como si me apuñalase el corazón.
-A ver cómo te lo explico sin que suene demasiado humillante para mí… sigue yendo al terapeuta. Sí…
-¿Y te va a dar el divorcio? Eso… lo del terapeuta, ¿lo saben tus hijos?- De pronto se me llenó el pecho de felicidad. Una felicidad absurda basada en que quizás muy pronto Hugh fuese libre. Era absurdo porque yo no era libre, pero en ese momento no pensaba en mi… yo concebía mi situación mucho más fácil de lo que en realidad era.
-Creo que Charlie desconfía de algo…
-Siempre ha sido el más astuto, ¿pero sabes? Yo creo que Rebecca debería saberlo.- Añadí.
-¿Para qué? ¿Para volver a culparte? Rebecca creerá que si su madre se busca a otro hombre es porque tú te encargaste de destruir mi relación con ella. Tan sencillo cuanto eso.
-¡No!
-Si… es verdad que mi relación con Jo se estaba desgastando pero al fin y al cabo tu me hiciste ver eso…
-Pero no era eso que yo quería, yo…
-Tú querías que ella pensase que Jo no era mejor que yo, para hacerla sentir culpable de lo que te dijo. Eres un egoísta. Déjala que al menos crea que su madre es decente, que se enamoró de otro porque he sido un cerdo.- Cerré los ojos consciente de la reprimenda bien merecida.  Hugh tenía razón, yo era un egoísta. – ¿Richard?
-¿Sí?
-Me dará el divorcio.
-Oh Dios! No… no me lo puedo creer…
-Tardará algunos meses, no sé cuánto.
-¿Te lo dijo ella? ¿Cuándo te lo dijo?
-No me lo dijo, se que lo hará. Estoy esperando el momento adecuado para decírselo. Te lo contaré. Tengo que colgar, es muy tarde… mañana he de ir temprano al estudio. – sonreí.
-Te quiero.
-Yo te quiero más…
-Uf corta el rollo, no tenemos 15 años…

Todo era un panorama muy distinto al que yo había imaginado. Siempre acredité que con el nacimiento del niño alguna cosa cambiase… bueno, la verdad es que cambió mucha cosa, pero a peor.
Era precioso, le llamamos Duarte. Tenía los ojitos castaños chocolate y mucho, mucho pelo.
Entonces mi suegra se instaló en nuestra casa para ayudar a Cristina a cuidar de él en los primeros meses de vida… En realidad ayudó durante bastantes meses. Ayudó a que proliferasen las peleas, ayudó a que yo y Cristina prácticamente dejásemos de hablar y ayudó a que ambos deseásemos más y más el divorcio.
Quizás si no estuviese enamorado de Hugh, si estuviese realmente enamorado de ella lo hubiese aguantado. Hubiese mandado a mi suegra a paseo… pero tampoco quería que nuestro matrimonio se arreglase... Todo era una escusa…
Siempre he sido muy manipulador y creo que inconscientemente lo hice, me alegré que su madre acabase destruyendo nuestra vida.
Había peleas constantemente hasta que un día:
-Creo que deberíamos darnos un tiempo Ric.- Dijo ella colocando las manos en la cintura.
-¿Te has aconsejado ya con tu madre?- Se que mis palabras la atingieron porque trago saliva y me miró con rabia.
-No metas a mi madre en esto!
-No lo hago… pero francamente Cristina, esperaba que pudieses  mantener nuestra vida dentro de nuestra casa.- Yo me sentaba en una silla comiendo cereales.
-¿Sabes que creo? Qué tu eres el que no puede mantener sujeto lo que llevas en los pantalones.- Era extraño pero aquél puñado de palabras hacia más sentido que un montón de semanas de discusiones exhaustivas. – Creo que tienes una amante.
-¿Eso te lo dijo tu madre? ¿O es algo que dedujiste sola?
-¡Ambas cosas!- Se quitó el delantal.
-Pues lo que es obvio es que tenemos un problema y creo que deberíamos hacer algo al respecto.
-Si tú al menos fueses más cariñoso, Ric… yo te quiero.
-Yo quiero que nos separemos.- Dije con un tono frio que hizo más brillante su mirada. La hice llorar.
-¿Por qué? Si yo no creo que tengas otra…
-Y no la tengo.- Tenía que ser honesto- Pero hay otra persona.
-¿Otra persona? ¿Qué quieres decir?
-Que estoy enamorado de otra persona. No te importa quién es.
- ¡Claro que me importa! ¡Y olvídalo, no te daré el divorcio!- Sus lagrimas ahora eran de rabia. Suspiré algo irritado.
-Escucha, ¡no quiero que vivamos más juntos, no quiero seguir con esto!
-¡Si te marchas no volverás a ver al niño!
-Jajajajaja, ¿eso es chantaje? ¡Si no me dejas verlo pediré su custodia en el tribunal!- No permitiría que me alejase de la vida de mi hijo para siempre.  Yo no intentaba crear un imposible, solo quería ver a mi hijo algunas veces al mes.
Cuando fuese adulto comprendería que sus padres habían optado por el mejor camino, para ellos y para él. Eventualmente mi matrimonio hubiese terminado, pero cuanto antes, mejor.
-¡Nunca creí que fueses así de vil!- me dio la espalda.
-Ni yo Cristina… ni yo.- susurré más para mí que para ella.

8 comentários :

  1. Hola, Saito, esto cada vez se pone más triste. Uff, espero que sea verdad lo que me dijiste y no termine como una tragedia griega. Besosss.

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  2. Muy buen capitulo, pero triste. Muchas gracias.

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  3. Gracias por el capítulo Saito, muy bueno. Solo espero que de alguna forma puedan solucionar todo este maldito embrollo y que Ric no pierda a su hijo..... Miles de besosss

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    1. Creo que eventualmente se podrian arreglar algunas cosas =O

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